miércoles, 9 de diciembre de 2009

Opinión - Salas de conciertos en Madrid.



Anoche pensé que ya era viernes, bendito viernes, después de una dura semana de trabajo, la siempre maldita pero apacible rutina, ahora tocaba descansar. Pensé en mis planes para el fin de semana, y de repente sentí una terrible necesidad de saltar, sudar y cantar siguiendo el vibrante ritmo de algún grupo de música de los que suenan en mi coche de camino al trabajo. Exacto, sería el plan ideal, irme a algún concierto, a desaparecer entre cuatro paredes del gris otoño de esta ciudad erróneamente llamada moderna, Madrid.

Con esas ganas, canalizadas en buscar el concierto ideal, me topé con el maravilloso fenómeno que desgraciadamente acaece en esta ciudad, insisto, poco europea, probablemente menos, que las recién nombradas europeas.
Pensé en ver a alguno de mis grupos favoritos que sé, por mi amplia cultura musical, están de gira por Europa actualmente, y no me refiero a Estopa o el de los ricitos que da esas vueltas propias del príncipe Carlos a las cinco de la mañana, con todo el respeto de la corona inglesa, por supuesto.
Y el resultado fue nefasto. Muchos de los que están de gira por Europa, realizaban parada en España, y menos, claro está, en Madrid. Y me pregunté el motivo de que los artistas no pasen por la península, y siendo sinceros y pese a mi habitual letargo mental mañanero, tardé poco en encontrarlo, la verdad, fue sencillo. Necesité unas gotas de empatía y poco más. Y es que me sitúe en el lugar de tipos como Jarvis Cocker, ex–líder de Pulp, actualmente de gira por las antípodas, y realmente si vengo a una ciudad como Madrid a tocar, tengo un gran dilema, ¿dónde doy el concierto?

En Madrid, clasifiquemos las salas de conciertos en dos tipos, salas familiares o salas demasiado voluminosas, que son aquellas que sólo llenaría Elvis si reviviera para dar un concierto en exclusiva.

Del primer grupo tenemos muchas, muchísimas, salas pequeñas, familiares, acogedoras, muy cercanas al público, sí, todo eso está muy bien, pero no llegan al medio millar de personas de aforo, y eso se traduce en que las entradas se agotan en milésimas de segundo, que si tienes el Internet en banda delgada, te jodes y el concierto lo lees al día siguiente.

Grupo dos, salas como el palacio de los deportes, el Madrid Arena (que hollywoodiense nombre, ¿no?), Palacio de Vistalegre, Cubierta de Leganés, la plaza de toros de Las Ventas así como los estadios y demás. Que para el concierto de “El Llanto del Loco”, está fantástico, vendes millones de entradas a la enésima potencia y te llenas los bolsillos con una acústica peor que Carmen de Mairena gimiendo en un ascensor, y la gente se va a casa con la cara como si oliera a mierda, a mierda pura.
Pero claro, si tú eres un buen artista, puntualicemos que esto es algo ciertamente difícil en los tiempos que corren, y quieres ofrecer un espectáculo único, sublime y dejar a tus espectadores con el culo torcido, tienes que buscar otras alternativas, y volvemos a la disyuntiva de antes: ¿tipos como The Fratellis, los suecos The Hives, Julian Casablancas o los descafeinados Coldplay, tienen que dar un concierto en un recinto semidesierto, u optar por ofrecer un pseudo concierto para 300 afortunados, probables enchufados?
En palabras de Nando, bajista de los murcianos Second, “Si quieres gustar de verdad, tocas en un recinto pequeño, para buscar la cercanía, aunque tengas que dejar fuera a gente, pero tocar en un recinto excesivamente grande, que este medio vacío, le quita la magia al directo”.

Y ya entramos en el siguiente dilema que nos surge en este asunto, y es que esto es un sinfín de incoherencias y malas intenciones por parte de quien maneja las licencias de este tipo de locales, que sería la mala acústica de muchas de las salas madrileñas, se me ocurre Heineken, por ejemplo, donde los propios músicos no escuchan lo que tocan. O La Riviera, donde quien no escucha es el público. A su vez están las salas históricas, de escasa dimensión, pero con mucho tema detrás, como son El Sol o Joy Eslava, que se caen a trozos por el inevitable paso del tiempo.

Aunque no todo son críticas, también hay (un) punto positivo, para el Teatro Circo Price, que debido a su infrautilización ha decidido acoger conciertos y pese a su escaso aforo, su acústica es buena. O la sala Ramdall, en la calle Ferraz, que ha reabierto sus puertas este pasado mes.
Repasando todos estos puntos, en seguida caí en la cuenta de que ese era uno de los mucho motivos por los que los grupos interesantes, dejan de lado la piel de toro, algo perfectamente lógico, aunque para muchos de nosotros es entendible que sea imposible con estos contratos hechos con papel de fumar, marcharnos a Europa a ver un directo decente, como si ya fuesen baratos los conciertos aquí. Yo si fuera una estrella de la NME Wave, también lo haría.

Pero tranquilos, siempre nos quedará ese gran festival que tenemos nosotros en Madrid, esa ciudad medieval, al estilo de ciudades verdaderamente Europeas y por lo tanto desarrolladas, como son Londres, Berlín, Copenhague o Ámsterdam. Es irónico, lo aclaro, por si acaso.

RadioDuo.
Diciembre 2009.
 

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